jueves, 26 de julio de 2012

14 etapa / Burgos – Rabé de las Calzadas (Los Miraburros)


Burgos, qué hermoso eres. Hemos cruzado tu corazón al filo del mediodía, pues mis amos, con la resaca que da un día de descanso y varias horas de tapas y cañas en tus bares, esta mañana han sido remolones. No han madrugado, pero han venido a por mí. Aún pajareaban en las calles algunos cantamañanas con los ojos como lechuzas. Han recogido la cuadra que Aníbal, el gentil padre de Carlos, preparó para mí en el silo, han añadido a mi atuendo alforjeril dos cojines a medida que nos ha regalado Jose y se han tomado un café con leche y un pincho de tortilla. Sólo entonces han comenzado la etapa..

Por las calles de Burgos la expectación ha sido la misma que en Pamplona o en Logroño. Madres con sus niños querían retratarse, policías municipales nos daban animada conversación, y las viejicas y los viejicos nos encimaban. Las viejicas y los viejicos… en estas semanas de recorrido hemos pasado por muchos pueblos y ciudades, y en todos ellos, sin excepción, nos hemos cruzado con un ejemplar de humanoide que yo mismo he clasificado y nominado inspirándome en Cruz y Raya. No hablo de los miraobras, sino de los miraburros.
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los miraburros son personas que transitan por los mejores años de la vejez. Seres nacidos y criados en otra época. Aquella de los sabañones y los serenos, la de la cartilla de racionamiento y el pan negro. La época de los burros. Los miraburros se sorprenden al verme, pero su mirada no suele ser de curiosidad, sino de nostalgia. Por lo general, no tienen reparos en acariciarme. Y saben hacerlo.
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Entre los miraburros hay varias subcategorías.
Están los que tienen criterio: adivinan mi edad, alaban mi buen aspecto, dicen que piso muy bien, y cuentan alguna anécdota personal: “El de mi padre era blanco y me tiraba por alante agachando la cabeza. No son listos ni ná”.
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Luego están los agoreros: “Uyyyy con este burro no llegáis ni a Hornillos del Campo”. O bien: “Buff, en cuanto se os moje se os muere, y hoy la del parte ha dicho que va a llover”. O también: “Pues vis a tener mu difícil pa encontrar sitio al borrico en los pueblos ¿eh?”
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También están los de las obviedades: “Olá, os lleva el peso ¿eh?”. Y los de la ternura (suelen ser generalmente viejecitas): “Pobrecito, ¿no va muy cargado?”. “¡Míralo qué rico!” “¡Qué bonico es!”…
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Pero mi categoría preferida, y la que más exaspera a éstos, es la de los consejeros: “Hay que herrarle”, “tenéis que esquilarlo”, “la alforja va mejor así o asá”, “cuando no ande dale con el palo”… Esta categoría suele tener el don de la oportunidad y ejemplares de esta especie atacan de manera sigilosa, acercándose por detrás (casi siempre con una mano en el bolsillo), e invadiendo el espacio psicológico de mis dueños sin reparo alguno.
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Recuerdo un día, aún en Navarra, a una viejecita de origen andaluz que paseaba entre los campos de cereal cuando se cruzó con nosotros. Coincidió que en aquel momento mis alforjas habían dicho “aquí me bajo” y mientras Javier sujetaba mi cabezada, Mikel, agachado, se deshacía en esfuerzos para anudar correctamente la cincha de mi manta. Llevaba un rato operando en mi panza, -que es la parte de mí que peor huele-, hacía calor y alguna gotita de sudor resbalaba por su frente. Varios intentos infructuosos de anudar la maldita correa estaban acabando con su paciencia y buen humor.
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Fue entonces cuando apareció la ancianita: Bajita, forrada de abrigos como una cebolla, graciosa y pizpireta. Se puso a la espalda de Mikel y me saludó directamente a mí, sin prestar la menor atención a éstos. Durante un buen rato me cubrió de elogios y piropos, dirigiéndose a mis compadres sólo para insistirles en que me cuidasen bien. Al final, Mikel logró atarme el correaje correctamente, y se incorporaba con una cierta molestia en los riñones debido a la postura, cuando la ancianita soltó el consejo que da nombre a su especie: “¡Dadle agua al burrillo, ¿eh?”. Mikel se volvió y miró a la abuelita a los ojos, jadeante, con las pulsaciones de su cabeza a un ritmo mayor que el habitual y dijo: “Gracias por el consejo señora. No se nos había ocurrido”. Agarró mi ramal y siguió andando.
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Miraburros aparte, la de hoy, como dije, ha sido una etapa corta. Acompañados por los amigos de mis compadres, Alfonso y Edu, hemos andado de maravilla, con una temperatura agradable y pocas nubes. Edu y Alfonso me caen bien. El primero me ha cepillado por la mañana y luego me ha llevado del ramal toda la etapa. El segundo me trató con cierto desdén al principio, y juró que no iba a tocarme, pero a cambio recogió mis boñigas con una pala. En facebook debe de estar la prueba.
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En Rabé nos esperaban los padres de Javier, que nos han invitado a comer a todos. Más tarde han venido Sotés y Paloma a recoger a Edu y Alfonso, que mañana trabajan.El albergue es uno de los mejores que hemos visitado. Especialmente porque cuenta con servicio de cuadras. Nuevísimas, limpísimas, incluidas en el precio. Aquí estoy ahora terminándome la alfalfa que me regaló Don Aníbal, mientras éstos engrasan sus botas, cosen mi manta y hacen la colada. Seguro que al verles en sus labores, algún paisano les ha regalado un consejo.

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