jueves, 26 de julio de 2012

19 Etapa / Frómista – Calzadilla de la Cueza (Las rectas de la vida)


Cojan un folio en blanco. Luego, con la ayuda de un lápiz y una regla, tracen una línea que lo divida por la mitad en sentido vertical. ¿Ya? Ahora imaginen que en vez de un ser humano son un microbio. Bien, pues si se colocasen en uno de los extremos de la línea, lo que les quedaría por recorrer hasta la otra parte sería la etapa de hoy. Una recta perfecta, interminable, cruel. Y a los lados, nada. Ni árboles, ni sombras, ni vestigio humano alguno. Sólo campos, alguna montaña nevada al Norte, en la lejanía, y un par de naves ganaderas sudorosas de lixiviados. Lo demás, monotonía, eternidad. Contar los pasos, pensar en blanco, hablar de nada. La etapa de hoy es el tramo más largo sin poblado alguno en todo el Camino, casi veinte kilómetros.

“El Camino, más que nunca, se convierte en penitencia” avisa la guía. El gran andadero. Una pista blanca que en verano debe de ser como una sartén estrecha hirviendo bajo las plantas de tus pies, o tus cascos. Pero por suerte es invierno, y aunque apretaba Lorenzo, se podía respirar. Eso sí, en un alarde de previsión, mis humanoides compañeros han olvidado rellenar la cantimplora de agua y la bota de vino. Sus bocas se han ido secando a cada paso. Y más después del almuerzo. A punto han estado de imitarme y abrevar en una de las charcas plagadas de ranas donde yo he remojado el gaznate ricamente.

Cuando los seres humanos agotan todos los temas de conversación, tienden a jugar a juegos absurdos. Al borde de la locura, Javier y Mikel se entretenían enlazando palabras: “Melocotón-tontolaba-barrabás-bastidor-doraeimon….”. Hasta que alguno decía “leñe” o “carcajadas”. Al no obtener réplica, ganaba, y el juego volvía a empezar. Si alguien encuentra un vocablo que empiece por “ñe” o “das” que lo diga. No valen Iphones ni diccionarios. Cómo estarían de colgados, que incluso se han llegado a picar con otro juego, el de adivinar personajes con respuestas de “sí” o “no”. La falta de líquidos, el desquicie.

La cosa de la sed se ha puesto peliaguda tras la llamada de su amiga Eva Lus. Como no iban muy bien de tiempo, han relatado la crónica semanal para la 98.3 de la Universidad de Navarra sin parar de caminar. Entre la boca acartonada, los nervios, los palos, el ramal y el hecho de que sólo contaban con un móvil al estar el otro sin batería, Mikel casi se ahoga y Javier casi me saca un ojo con la punta de su bastón.

Pero la cosa ha terminado bien y al poco de colgar ya se divisaba en el horizonte un campanario. ¡Salvados! A punto de expirar, se han saciado en la fuente que hay a la entrada de Calzadilla de la Cueza. A mí me han dado unas hojas de acelga que había plantadas en una cuneta y que no tenían dueño aparente. Como el pueblo, a pesar de ser enano, es pintoresco, han decidido pasar noche aquí. A mí, después de mojarme las patas para relajar mis tendones, me dejarán en unas cuadras prefabricadas y dispuestas a tal uso.

Ahora reposan en el albergue junto a un americano de Connetticut (“Conérica” en pronunciación gringa) y a uno de Nueva York, que se han reído mucho al verme ramonear a la entrada. “That´s so cool!” decían de mí. La comilona de mis amos ha sido legendaria. Últimamente están de gastar poco, así que iban a pasar con el bocata del almuerzo. Pero la tentación es fuerte, y cuando han ido a preguntar por los regentes del albergue al bar, han visto a un paisano comiéndose un plato de espaguetis con tomate que ha disparado sus glándulas salivares. Con el antojo despertado, han decidido pedir un par de platos de espaguetis “y basta”. Pero resulta que la del tipo aquel era la última ración, y para disimular la cara de tontos que se les ha quedado, han acabado pidiéndose un menú , postre, café y casi copa y puro. Han salido tan empachados, que sólo el pensar en la recta maldita que acababan de recorrer, les mareaba.

Bueno, como la entrada de hoy ha sido cortita, quisiera aprovechar para ponerme un pelín sentimental. Han sido algunas las personas que han pedido a mis amos que les tengamos en mente, a ellos o a sus familiares, durante este camino por diferentes motivos. Que no tengan ninguna duda, están presentes. Aquellos que no pasan sus mejores días por problemas propios o ajenos de salud o trabajo, o amores, que encaran temporadas de arrimar el hombro y disfrutar sólo de las pequeñas cosas, que valoran mejor que nadie lo verdaderamente importante de esta asna vida, en resumen, aquellos que enfilan rectas mucho más duras que la nuestra de esta mañana… de todos ellos, llevamos algo en nuestras alforjas y nuestras mochilas. Y a todos ellos les mandamos un abrazo fuerte, en mi caso un lametazo. Lleno de energía, de esperanza y, sobre todo, de optimismo.

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