26 etapa / Hospital de Órbigo – Astorga (Andar y roncar de más)
26 etapa / Hospital de Órbigo – Astorga (Andar y roncar de
más)
“¿Qué prefieres, las chinches, el frío, o lo de esta noche?”.
Mikel deja de meter el saco en su funda y, aún ojeroso y somnoliento, responde a
su amigo Javier muy serio: “Prefiero que un ejército de chinches mutantes me
devore de pies a cabeza mientras duermo al raso en el Polo Norte, antes que
pasar una noche como esta”.
.
El origen de los desvelos de mi compadre no ha sido otro que
los ronquidos de un peregrino solitario que ayer compartió habitación con mis
amos. Cuando Mikel se metió la cama, el sujeto ya había empezado a emitir
rugidos como de oso, pero éstos no alcanzaban aún los decibelios de después .
Mikel intentó relajarse, tapándose los oídos con la almohada e imaginando que
el horrible sonido que provenía de la litera de enfrente era el susurrar del
mar. Fue imposible. Antes de diez minutos, el peregrino, en lo más profundo de
los brazos de Morfeo, echó la cabeza hacia atrás, desencajó la boca y
desencadenó una auténtica tormenta. Eran ronquidos agónicos a veces, impotentes
otras. Viles, obscenos, desgarradores. Ronquidos húmedos, que se asemejaban al
ruido de una perforadora excavando un túnel. Tenían toda una gama de
sonoridades diferente, y de su nariz o sus fauces salían diferentes tipos de
ronquidos al compás, de tal manera que nunca había silencio. Recordaba a la
niña del exorcista, que mientras habla pronuncia palabras paralelas en arameo o
balidos de cabras como de fondo. Así eran aquellos ronquidos. Mikel velaba,
pero Javier dormía. Hasta que Mikel le despertó desesperado. “Me voy a Astorga,
no puedo más. Allí te espero mañana”, dijo Mikel poniéndose los pantalones.
Pronto desistió de su empeño, pero estaba decidido a acabar con aquel suplicio.
.
Chasqueó la lengua. Nada, el volumen incluso se incrementaba.
Tosió, se removió en su cama para hacer ruido, maldijo mil veces a aquel
peregrino, e incluso sopesó meterle un calcetín sudado en su boca abierta. Al
final, optó por arrojar al suelo en medio de la oscuridad su cantimplora
metálica. Javier lo grabó con el móvil. El estruendo pareció hacer algún efecto
en el jabalí vegetativo y los ronquidos cesaron tras un cambio postural. Eran
ya las dos y media de la madrugada cuando volvió a armarse el jaleo. Mikel no
ha odiado nunca, pero ayer rozó la inquina. Un instinto homicida se apoderó de
él, y decidió escribir mensajes a sus amigos para distraer tales pensamientos.
Al final, fue más fuerte el cansancio y, ya de madrugada, cayó rendido pese a
que los berridos de orco continuaban. A las pocas horas, algo le despertó. Era
el sujeto que , descansado y fresco, se levantaba aún de noche para llegar
pronto al fin de etapa, haciendo ruido esta vez con sus cremalleras, bolsas y
bastones. Por suerte no para en Astorga.
.
El resultado de todo esto es que hoy el desgaste se ha notado
especialmente. Mikel se ha levantado de mal café, perezoso y algo desmotivado,
y Javier, pese a haber descansado como un bebé, también empieza a acusar los
efectos de haber recorrido a pie alrededor de 500 kilómetros durante un mes
menos un día. La etapa de hoy, para más inri, ha sido una paliza física y
psicológica.
.
No debía haberlo sido, pero mis compadres han sido víctimas de
un engaño. Había dos alternativas de ruta. La primera y oficial, por un
andadero paralelo a la carretera, 15 kilómetros. La segunda, era un camino por
bosques y campos de cultivos, más agradable al pie y a la vista, 16 kilómetros.
Por un kilómetro más, tal y como lo indicaba una pintada en la bifurcación de
ambos senderos, mis compadres han decidido ser campestres y pasar de la
carretera.
.
Ha habido cuestas, ha habido granizo, ha habido charcos y
barro, y ha habido un riachuelo que me he negado a cruzar durante 30 minutos.
Pero sobre todo, al llegar a Astorga, ha habido sorpresa. Venían éstos con los
pies más doloridos que nunca, los gemelos cargados, la espalda pinzada y una
desgana sin precedentes. “Joder, se me han hecho los 16 kilómetros más largos
del Camino”. Y que lo diga. Al llegar al albergue, Jesús, un hospitalero muy
atento, criado entre cuarteles que dice conocer toda la verdad del 23F, les ha
dicho: “No habéis hecho un kilómetro más, sino doce”. Veintisiete en total.
Alguien debería pagar por ello, pero en este país ya se sabe. Supongo que la
pintadita seguirá allí puesta saecula saeculorum guiando a confiados peregrinos
a un recorrido bastante mayor del esperado.
.
Pero bueno, pelillos a la mar. Ahora descansamos todos, yo en
un cercado junto a las murallas de la ciudad y éstos paseando por Asturica
Augusta. Catedral, Palacio Episcopal de Gaudí, mosaicos romanos…. Este pueblo
tiene buena pinta y para llegar a él merece la pena andar de más, llenarse de
barro o incluso sufrir las vegetaciones del vecino. Bueno, yo lo último no lo
sufro nunca, porque las vegetaciones, me las como.
.
el grito del orco
nocturno
.
PD: por lo que también merecería la pena una buena paliza
es por llegar hasta Javier. Pena no estar los tres allí para peregrinar “a la
navarra”. Creo que tranquilamente habríamos ido y vuelto
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